lunes, enero 08, 2007

Rolling Stones – Beggars Banquet (1968)

Que más escribir sobre los Stones a esta altura, con este calor y con tan poca cabeza para saltear lugares comunes. Citemos entonces a Rosso (Alfredo) en una nota que escribió para Radar@Pagina12 (diario?/pasquín oficial?, Ud. sabrá):

“A esa altura Los Rolling Stones habían recuperado el curso del rhythm and blues que les dio su temprana fama con el álbum Beggars’ Banquet. Entre poemas de amor en lenguaje de blues como “No Expectations” y tragicómicos dramas country como “Dear Doctor”, se hallaban viñetas de romance y sensibilidad social (“The Salt of the Earth”, “Factory Girl”) expresiones de lujuria desatada (“Stray Cat Blues”) y el tema que se convertiría en insignia, “Sympathy for the Devil”, donde el Angel Caído se confiesa instigador de un minucioso compendio de atrocidades humanas ocurridas a través de los siglos, dando a entender, sin embargo, que los humanos siempre le hemos hecho un espacio en nuestros corazones. “Street Fighting Man”, por otra parte, era Mick Jagger como reportero urbano, envidioso del ímpetu belicoso e idealista de los estudiantes parisinos del ‘68. Amparado en la inteligente producción de Jimmy Miller, Beggars’ Banquet recupera, además, el filo ominoso y amenazante de los mejores Stones. El despliegue de Richards en la guitarra es particularmente conmovedor. Sus notas tienen una nueva expresividad y su reconocido manejo del léxico de blues adquiere una soltura inédita.”

Acá tienen una buena nota sobre el disco.

Eso es todo, un grandioso disco, el último con participación activa de Brian Jones en su grabación, para muchos responsable de la mejor época de los RS y un genio musical injustamente relegado por Jagger-Richards. Personalmente, no creo que la mejor época termine en este disco; por otra parte la importancia dada a la -probablemente cierta- genialidad de Jones tiene mucho que ver con su muerte temprana. Esas pérdidas inesperadas aumentan sin duda el grado de idealización por el “caído”, además de brindarle la impunidad propia de aquel que no se somete al paso del tiempo, a la llegada de la vejez, y a las contradicciones que seguramente trae dejar de ser (joven, rebelde?) y permanecer haciendo rock and roll.

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