martes, julio 13, 2010

Pot/purrí


Se presenta en la mente. De pronto una idea nueva golpea las puertas del velo. Así, en ese acontecer nocturno, la claridad mental se impone con todo su caudal energético y nos asoma a su encuadre novedoso de aquello que hay alrededor. Alrededor, gente en situación de "fiesta".
El "diyei" en situación de fiesta suele llevar las de perder, la competencia contra la playlist del winamp lo ataca ferozmente y lo derrota sin atenuantes. Sentencias individuales de personas atentas a la música que retumba en unos parlantes asisten a la descalificación del sujeto detras de las bandejas. En ocasiones, que suelen presentarse con más frecuencia de la esperada, el mencionado sujeto actúa para confirmar la presunción negativa que flota sobre su capacidad de animar el asunto con sonoridades agradables: el caso del tema "latino" -que despierta el epirítu cachengue en una gran mayoría- invadido por un martillar repetido de bombos es clara muestra de su desatino y carencia de recursos para la ambientación sonora.
De pronto, el derrotado "pasador de canciones" sorprende con una acción que para el observador poco atento pasa desapercibida, pero que para aquel que ha colocado su percepción en estado de lupa cobra un sentido revolucionario. Revolucionario en tanto acción particular con impacto instantáneo en el entorno social inmediato, entendiendo a este último como el conjunto de personas próximas al musicalizador que reaccionan gestualmente. La sentencia es clara: el DJ ha trasladado a la pista de baile su voluntad política, la esperanza que guarda en cuanto a como debe organizarse la sociedad toda. Y si para muestra basta un botón, para sociedad basta un grupo de gente bailoteando.
En época de compartir discos y canciones al infinito, de comprar CDs grabables con la marca de las mayores compañias discográficas que bien combaten la piratería; en tal momento se dificulta medir la real popularidad de un tema musical. Un termómetro casi fiel del apego popular por una melodía puede hallarse en los cantos de aliento que las hinchadas futboleras manifiestan en ocasión de partido. Simbólicamente, puede trazarse el recorrido de la canción "exitosa": de la radio al tablón y del tablón a la pista de baile. El recorrido puede ampliarse una estación en algunas ocasiones: es el caso de las grabaciones de cantos de hinchada que se ofrecen en algún soporte.
El DJ ha advertido dicho recorrido ampliado y lo ha sabido emplear para manejar con astucia el humor del fiestón. En este punto, se ha logrado diferenciar de cualquier "pasador de canciones" corriente que intenta sonorizar un festejo. En su acercamiento distinto a la disciplina, el DJ con mayúsculas traslada su espíritu democrático al cuerpo social que está reaccionando a la música por él presentada. En lugar de hacer sonar el tema original (ej: "Vení Raquel... " - Los Auténticos Decadentes) que divide a la masa en pequeños grupejos que modifican la lírica original por aquella que alienta al club en la cancha (ej: "Y Dale Fé... " - Los Pibes de Fénix), DeJota presenta el tema de algún equipo particular, es decir ese track que emite los cantos de la hinchada de Fénix al son del tema "decadente". La simpleza de su decisión engrandece su figura: su misión en el lugar se torna impactante. De simple agente para el modo de diversión imperante en la reunión, deviene en factor de aglutinamiento de una mayoría, el causante de la re-unión de una masa disgregada por el tinte separatista que el futbol como seña identitaria ha sabido construir y trasladar a cualquier ámbito popular de música-gente-cachengue. La lógica simple de su operación permite asumir con simpleza que siempre la mayoría que no está respresentada por el tema futbolero que sale del parlante, se inclinará (a pocos segundos de transcurrido el tema) por cantar con fuerza la letra original. Esto es, cada grupejo que amague cantar por sus colores comprobará de inmediato la inutilidad de su empresa por lo que tácitamente la voluntad de acallar la canzonetta que escupe el baffle será abrazada por una porción mayoritaria de los presentes. En definitiva, de pasar por la fiesta como casual transeunte o de llegar al festejo en dicho momento , lo que primara en la escucha será la canción original.
Pero reducir el accionar D(e)J(otista) a esa operación aritmético-lógica impediría vislumbrar el componente revolucionario -ya referido- que porta. Aglutinar una masa en estado de excitación etílico-sonora es ante todo una micro lucha quijotesca en un escenario de vida, el actual, cuyo relato es ante todo exaltación de la trayectoria individual por sobre el devenir social. En términos mas propicios a lo antes expresado, prevalece un modo de producción de la diversión que focaliza en el sujeto y que tiene como horizonte -que guarda como utopía- un fiestón de personas con I-Pod: una escena de muchos que despliegan coreografías individuales sin conexión interpersonal. En este contexto, existe un DJ que alza la bandera de la unión pero sin discurso panfletario sino en forma de track inesperado. El DeJota no divide para reinar, facilita la mancomunión de los más optando por tomar partido. El DeJota se la juega por un equipo y genera con su eleccíon la fila india de la mayoría. Y convencido de tejer con el hilo del espanto una bufanda de sujetos antes disgregados, nos alecciona: Con la Democracia Se Baila.